[DPTO. DE ÉTICA] Transgresiones a la ética médica de connotación sexual

diciembre 4, 2017

 

Las transgresiones a la ética con connotación sexual han ido tomando importancia en nuestra sociedad actual, tal vez porque se han ido haciendo más frecuentes y muy especialmente por el rápido y amplio conocimiento que se tiene de ellas a través de los medios de comunicación y por la conmoción y el rechazo público que provocan, especialmente cuando provienen de personalidades destacadas de los poderes públicos o de las profesiones históricamente más respetables, como las del sacerdocio, la educación y la medicina.

En nuestro medio, los tribunales de ética del Colegio Médico se han visto últimamente enfrentados con mucha mayor frecuencia al estudio de graves denuncias de colegas de parte de pacientes, familiares, compañeros de trabajo y alumnos y discípulos que los exponen a situaciones muy dolorosas y vergonzosas que afectan no sólo a los implicados sino que también a todo su entorno familiar, profesional y social, además del hecho que en muchos casos coexisten procesos judiciales tanto civiles como penales.

Conscientes de la necesidad de alertar sobre este problema ético en la práctica médica destinamos la sesión del Departamento de Ética del Colegio Médico Regional del 23 de octubre a revisar la literatura y la experiencia personal de todos sus miembros en docencia y formación médica, administración en salud, práctica clínica y de algunos de nosotros en tribunales y comités de ética.

En las grandes profesiones humanistas que están al servicio de las personas, como las de los sacerdotes, educadores y médicos sus miembros establecen implícita y formalmente relaciones fiduciarias de respeto y de confianza que no admiten que la natural afectividad y sexualidad de las personas afecten al ejercicio virtuoso de la profesión, traicionando la noble función social que ellos cumplen. En especial cuando las transgresiones de orden sexual son efectuadas bajo el amparo de la investidura y el poder de sus cargos con lo resultan especialmente censurables. Por eso normas muy estrictas han ido quedado registradas en diversos códigos y mandamientos a lo largo de los siglos y deben ser revisadas y actualizadas constantemente.

Es bueno, sin embargo, recordar que en clínica médica la empatía entre médico y paciente es un elemento muy positivo, fundamental para el éxito de una buena relación médico paciente. Autoridades bioéticas tan importantes como Pedro Laín Entralgo describen que siempre es necesario una correcta y neutral vinculación afectiva entre el médico y el paciente a través del nacimiento de una sana amistad entre dos personas iguales en dignidad, pero en la que se reconoce que el enfermo se encuentran en una situación de vulnerabilidad, supeditación y dependencia física y psicológica que transforma en especialmente delicada y trascendental la conducta práctica de los médicos en todo lo que tenga connotación sexual.

Las transgresiones de orden sexual en las relaciones médico pacientes pueden ir de simples gestos o expresiones imprudentes de connotación sexual, que pueden ser mal interpretadas y causar daño a los pacientes, como algunos gestos amistosos desproporcionados e inoportunos como abrazos, caricias o besos, o insinuaciones y comentarios soeces y libidinosos, propuestas ofensivas hasta llegar a abusos sexuales francos, como relaciones sexuales de distinto tipo, sean ellas consentidas o no. Todas ellas constituyen faltas a la ética profesional pero ciertamente en sus formas más simples y sutiles son difíciles de reconocer y de objetivar, dependiendo mucho del contexto de lugar, circunstancia, modelos culturales locales y características psicológicas de los protagonistas.

En consideración al daño que se puede causar a los pacientes y a los mismos médicos que incurren en este tipo de faltas y lo doloroso y estresante que pueden llegar a ser los procesos de cuestionamiento y enjuiciamiento de los profesionales, de sus colegas y colaboradores y de la medicina misma, la prevención a través de la educación permanente y la frecuente deliberación acerca de estos temas es fundamental.

Ya en el Juramento Hipocrático se decía: «A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres, libres o esclavos» y existen múltiples referencias históricas de preocupación por la conducta ética de los médicos en estas cuestiones y realmente ha sido sólo en el último medio siglo cuando ha llegado a convertirse en un problema serio y frecuente.

Probablemente ha sido, en parte, por la revaloración de la sexualidad en el subconsciente y la conducta humana a partir de Freud; por la pérdida del control religioso de la moral y las costumbres de las multitudes ocurrido con la irrupción del positivismo y el secularismo; por la toma de consciencia de los derechos individuales y la valorización del principio de autonomía; por la desacreditación del paternalismo; de la exacerbación del individualismo, del hedonismo y del placer en las libertades sexuales a partir de los años sesenta del siglo pasado y finalmente por el destape comunicacional y la judicialización en la medicina reciente.

Existe consenso en que los pacientes no tienen la formación ni la responsabilidad suficiente para evitar o frenar sus sentimientos y resistir las insinuaciones eróticas del médico por lo que, en condiciones de vulnerabilidad, fácilmente se «enamoran» de su terapeuta. Pero existe la convicción que el médico sí es responsable, debería tener la formación adecuada para evitar insinuaciones o actos deshonestos, prevenir y controlar situaciones indebidas e inoportunas, reconociendo las señales de alarma que pudieran conducir a una «pendiente peligrosa» de relaciones románticas inapropiadas, aunque sean consentidas, ya que siempre son abusivas, dañinas terapéuticamente e inmorales.

En general se reconocen dos tipos de implicación médica en transgresiones de tipo sexual con sus pacientes: una por fracaso del manejo de los contenidos emocionales en la relación terapéutica, en la cual sólo existe un imprudente «cruce de límites» por deslizamiento imperceptible en una pendiente resbaladiza de transgresiones progresivas; otra en la cual hay contacto sexual abusivo en el contexto de una relación terapéutica y en cual se escoge premeditadamente a pacientes vulnerables y se utilizan prácticas fraudulentas para aumentar la seducción.

Hakins ha señalado tres teorías explicativas de las transgresiones sexuales:

a) Culturales: médicos y pacientes actúan de acuerdo a guiones sociales más poderosos que las prohibiciones existentes en los códigos de ética profesionales (v.g.: valores de la revolución sexual de los 60, con su apertura y desafíos a los estándares sexuales tradicionales). Aquí el paciente puede ser activo.

b) Situacionales interpersonales: por mal manejo de las transferencias y contratransferencias aparecidas en el contexto psicoterapéutico; por interferencia de otros vínculos existentes como sociales, laborales o comerciales (especialmente riesgosos en ambientes cerrados como recintos militares, hospitales, pequeñas comunidades rurales, etc.). Aquí el paciente es pasivo e ingenuo.

c) Situacionales intrapersonales: las transgresiones son a consecuencia de rasgos psicológicos o caracterológicos alterados de los implicados que interactúan en situación de stress ambiental.

Perfil del médico o terapeuta vulnerable:

a) Antecedentes biográficos: experiencias personales de abusos sexuales, formación profesional insuficiente, narcisismo.

b) Condiciones de vida actual: crisis matrimoniales, crisis laborales, falta de contactos sociales, adicción al trabajo.

c) Trastornos de personalidad: limítrofe, narcisista, antisocial.

d) Trastornos sexuales: pedofilia, sadismo.

e) Deterioro neuropsíquico: alcoholismo, drogadicción, enfermedades mentales.

f) Incompetencia profesional.

Perfil del paciente vulnerable:

a) Antecedentes de maltrato en infancia, de depresiones mayores, de intentos de suicidio, hospitalizaciones psiquiátricas.

b) Adicciones o stress postraumático.

c) Personalidad depresiva o limítrofe.

Relaciones posterapéuticas: las vinculaciones sentimentales o sexuales tardías, cuando ya no exista contacto terapéutico, podrían ser tachadas como inconvenientes o antiéticas por persistir relaciones asimétricas entre médico y ex paciente. Los códigos de ética norteamericanos son bastante drásticos y las prohíben. Otras escuelas bioéticas recomiendan limitarlas por un año y aceptarlas posteriormente si existe plena autonomía y normalidad psicológica.

Relaciones con alumnos, colaboradores de la salud o familiares de los pacientes: aquí también rigen restricciones porque existe asimetría de poder y jerarquía lo que facilita igual el abuso; porque se erosiona la confianza debida entre las partes y se deteriora el modelo del profesional y su autoridad. Sin embargo habría legitimidad si existe suficiente igualdad y libertad en las decisiones.

Consecuencias: en el 90% de los casos en que ha existido trasgresión sexual el efecto es sumamente negativo para los pacientes; existen consecuencias inmediatas nefastas como término abrupto de terapias, anulación de los efectos terapéuticos ya logrados y retroceso en la situación clínica de los pacientes; pero el daño a largo plazo es más serio con sentimientos de humillación, de asco, de suciedad, vergüenza, ansiedad, trastornos del sueño, alteraciones perceptivas, disfunciones sexuales, depresión, stress postraumático, intentos de suicidio, abuso de drogas y alcohol y problemas en futuras relaciones interpersonales. Para los médicos también es muy dañino ya que los hace perder la objetividad profesional, altera su desempeño profesional habitual, desorganiza su vida personal, lo hace entrar en colisión con las normas éticas de su profesión y lo arriesga a serios problemas judiciales.

Consideraciones éticas: hasta las más sencillas relaciones románticas o sentimentales entre médicos y pacientes son dañinas y traicionan la relación fiduciaria de nuestra profesión y el eventual consentimiento del paciente no exculpa a los médicos de su falta ética. Desde luego siempre habrá transgresión al principio de no maleficencia; la distorsión de las transferencias altera la autonomía de los pacientes; la relación asimétrica y abusiva lesiona el principio de justicia; las consecuencias contraproducentes a corto o largo plazo anulan toda posible beneficencia de la relación médico paciente. Un problema especial constituye el conocimiento de la transgresión por parte de otros médicos ya que la confidencialidad no debe inhibir la denuncia del colega al Colegio Médico y a las autoridades competentes. Sin embargo por la inseguridad y subjetividad de los testimonios hay que tener cuidado con no difamar, injuriar o calumniar a los colegas. Los artículos 17, 31 y 64 del Código de Ética del Colegio Médico de Chile hacen escasa referencia a esto y en forma muy genérica. Sí lo hace el Código de Ética de la AMM.

La prevención a través de una buena selección y formación de profesionales médicos es fundamental. Sin embargo más que cursos y conocimiento de estrictas normas éticas estampadas en numerosos códigos internacionales, es el ejemplo permanente de sus docentes y de los médicos más antiguos y prestigiosos, sin lugar a dudas, sus mejores orientadores y maestros.

Pese a todo creemos que todavía la mayoría de los médicos honran lo que pronunciaron al iniciar su carrera con el Juramento Hipocrático: «Si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro».

 

Dr. Julio F. González Pardo

Presidente Departamento Regional de Ética

 

Viña del Mar, 30 noviembre, 2017.

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