Desde la creación del Departamento de Ética del Colegio Regional Valparaíso, hace 4 años, sus integrantes han venido revisando temas de connotación ética, con énfasis en la ética clínica y el ejercicio de la profesión médica, postergando momentáneamente asuntos éticos de la investigación clínica y de la salud pública relacionada con el medio ambiente. Sin embargo hemos estado muy atentos a las actividades y declaraciones, de los últimos años, del Colegio Médico de Chile y muy en especial del Departamento de Derechos Humanos de nuestro Colegio Regional en relación a los graves problemas ecológicos y medioambientales que se han estado desarrollando durante más de 50 años en nuestra región, en la zona tristemente denominada “área de sacrificio” de Quintero, Ventanas y Puchuncaví.
Motivados por la Dra. Juanita Fernández, presidenta del Departamento de Derechos Humanos, Medio Ambiente y Biodiversidad, hemos dedicado nuestras dos últimas reuniones del Departamento de Ética a conocer y deliberar sobre el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales de América Latina y el Caribe, promovido por 24 países de la región y liderado inicialmente por Chile y Costa Rica, refrendado como Acuerdo de Escazú en marzo de este año, y firmado ya por 14 países, desgraciadamente sin la decisión definitiva de ponerlo en vigor por parte de nuestro gobierno.
Recordamos que en nuestros estudios de fundamentos éticos de la medicina, conocimos que desde los albores de nuestra profesión y del pensamiento humano existió preocupación por la suerte de los seres humanos, como entes sociales e integrantes de las mismas expresiones de vida de animales y vegetales y su dependencia de las condiciones del medio ambiente.
Esa preocupación la vimos incorporada en las antiguas doctrinas provenientes de la India, de China y de las Culturas Americanas Precolombinas y desde luego en la visión y las palabras de los grandes filósofos grecorromanos y luego cristianos del medioevo. Destacó en el pensamiento y en la acción de San Francisco de Asís, que ya a comienzos del siglo XIII predicó taxativamente el amor por los animales, los ¨hermanos menores”, por lo que fue considerado en justicia, como el primer bioeticista. Consideración especial tuvieron más tarde en esta materia muchos grandes pensadores, siendo buenos ejemplos Rousseau en el s.XVIII y Charles Darwin en el s.XIX.
Es necesario mencionar como hitos fundamentales en la época contemporánea a Fritz Jahr que en su obra Bioética, una visión sobre las relaciones éticas entre el ser humano, el ser animal y las plantas expresa el principio categórico de “respeta a animales y plantas como un fin en sí mismo y trátalos coherentemente en tanto sea posible”. Debemos recordar, también, el ejemplo de vida y las palabras de Albert Schweitzer (1875-1965) con su “reverencia por la vida”, a Viktor von Weizsacker (1886-1957) con su medicina psicosomática e incluso a nuestro maestro hispano, Pedro Laín Entralgo (1908-2001) con su medicina humanista o “con alma”, para llegar finalmente a los planteamientos de Aldo Leopold, en 1948, acerca que la especie humana sobrevivirá sólo si el ecosistema al que pertenece es capaz de sobreponerse a la violencia ejercida por el mismo hombre, hablando de la “ética de la tierra” y la conciencia ecológica y a la propuesta bioética de Van Rensselaer Potter en 1971 quien consolidó definitivamente el término de bioética, criticando la crisis generalizada de fines del s.XX que afectaba tanto al individuo, como a la sociedad y al medio ambiente, destacando la íntima relación que debe existir entre ciencia, tecnología y humanidades, llegando a considerar a la bioética como la “ciencia de la supervivencia”, más ecológica y ambientalista. El Instituto Kennedy de Ética en 1971 y el Hasting Center Studies de 1973 ampliaron y consolidaron el concepto actual de bioética.
La bioética ha venido a ser un nuevo paradigma que nos llama a ayudar a transformar las bases de nuestra cultura y educación y proteger la subsistencia de nuestra especie sobre la tierra. Existe consenso que en ella deberán estar presentes interdisciplinaridad, interdependencia, reciprocidad, en un campo reconocidamente complejo y que necesariamente requiere articular procesos dialógicos en la búsqueda de consensos razonables y universales. En otras palabras la tarea de la bioética actual es estimular el sentimiento moral de la humanidad para que crezca en admiración, amor y respeto por la vida y nos guíe para ser verdaderamente responsables.
Ciertamente que todo este proceso de toma de consciencia y de actuar inteligente y responsablemente en pos de la vida tiene que sustentarse en políticas y cuerpos legislativos amplios y transversales. La ONU y la UNESCO a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y múltiples declaraciones y recomendaciones posteriores han servido de base y de apoyo a las constituciones y legislaciones nacionales. La nueva Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, de 2005, establece una serie de principios que determinan obligaciones y responsabilidades entre las cuales algunas se relacionan fundamentalmente con la dignidad humana, otros con las relaciones entre los seres humanos y finalmente otros que velan por las relaciones de los seres humanos con otras formas de vida y con la biosfera (protección del medio ambiente y de la biodiversidad de los recursos biológicos y genéticos del planeta). Es verdad que estas declaraciones no son inmediatamente vinculantes pero depende de nosotros y de nuestros representantes en el parlamento y el gobierno que puedan ser incorporadas rápida y efectivamente en nuestra legislación.
Eso es precisamente lo que acontece en este momento con el Acuerdo de Escazú, que es un gran paso adelante en la aplicación de la bioética en momentos que las crisis ambientales empiezan a ser críticas para la humanidad y para nuestro futuro como especie. Creo que es justamente en foros e instancias como las nuestras donde se debe, no solo deliberar, sino que también definir posturas y proponer acciones, aunque ellas no sean siempre de total consenso. Los integrantes de nuestro Departamento reconocen la importancia de estos asuntos y el imperativo moral de acogerlos y de luchar por todas las iniciativas que busquen un mundo mejor.
Dr. Julio F. González Pardo
Presidente Departamento Regional de Ética
Viña del Mar, 20 de noviembre de 2018.